«Nuestra filosofía sustenta todo lo que hacemos… Tener la filosofía adecuada es sin duda alguna el punto de partida para cualquier aventura exitosa.» – Joel Salatin.

Las culturas primitivas han profesado una devoción religiosa hacia el mundo que nos rodea. Aunque el autor no es animista, sí encuentra en estas culturas más ligadas a la tierra una sensibilidad que se ha perdido. La vida no es simplemente un conjunto de genes para ser manipulados. La filosofía que llevó al desarrollo del DDT y que ahora crea cultivos transgénicos sería totalmente extraña para las religiones del mundo hasta hace tres siglos.

El padre de la agricultura química, Justus Von Liebig (1803-1873) aisló en Nitrógeno, Fósforo y Potasio (NPK) como principales elementos del tejido de las plantas, deduciendo con ello que aportando estos 3 elementos al suelo las plantas tendrían lo que precisan para desarrollarse. Fue un análisis mecanicista muy simplista que no contemplaba la relación holística de los diferentes elementos que participan en la Naturaleza. Pero esa visión triunfó, gracias en parte a que Von Liebig fue un prolífico escritor de éxito. Su visión sigue triunfando. Pero Von Liebig no estudió la salud de los suelos ni de las gentes que se alimentan de esas plantas que han sido artificialmente fertilizadas con NPK.

El autor no cree que la teoría de la evolución de Charles Darwin (1809-1882) ayudase tampoco, y cree que los pueblos de la antigüedad se hubiesen reído a gusto de su teoría evolutiva. Surgía por aquella época Darwiniana en Estados Unidos, la primera cosechadora y el primer arado de vertedera. Estos hitos históricos hicieron que la creación fuese contemplada como casualidad, en manos de la azarosa amoral, y la producción primaria pasara a verse como un proceso mecánico más que como un proceso biológico.

Henry Ford (1863-1947) sentó las bases de la nueva forma de producción: la producción en masa (es lo que dice la enciclopedia, nos recuerda el autor). Ahora millones de personas se emplean en grandes fábricas y no en pequeños negocios locales propios.

Envenenamos el agua, destruimos la fertilidad de nuestros suelos, erosionamos la tierra, ahogamos los peces, y lo hacemos tan bien y a tal escala que «hoy el cuidado de la salud es el negocio más importante de la nación.«

«Yo no soy un abraza-árboles, un ecologista susurrador de animales». Pero tampoco comulga con la visión convencional de que una vaca es un simple conjunto de protones, neutrones y electrones. El que una granja sea una factoría le parece tan errado como mistificarla hasta tal punto que se diga que tampoco puede ser un negocio. Tenemos que ser equilibrados.

Joel Salatin expone una serie de puntos clave en su filosofía, especialmente en lo tocante al agro:

Agricultura que mejora el medio ambiente. Sencillamente no hay excusa para cualquier forma de agricultura que degrade el entorno. No cree el autor que con el fin de producir mucho alimento debamos sacrificar calidad ambiental, y eso incluye al olor. Si una granja huele a estiércol, «estás oliendo mala gestión.» Cuando el autor empezó a vender huevos a restaurantes de Washington DC, los chefs preguntaban por qué los huevos eran de distintos tamaños y colores. Tuvo que explicar que eso se debía a que criaban gallinas ponedoras de razas antiguas, no modernas híbridas, y aquellas razas muestran mucha mayor diversidad genética. Si la protección del medio ambiente se traduce en un cheque anual a una entidad conservacionista, entonces uno no es realmente un protector de la naturaleza. La forma de vida es lo que demuestra el compromiso de uno con su entorno.

Suficiencia alimentaria biorregional. En la naturaleza los organismos comen de forma local. Las grandes ciudades son enormes centros de consumo que no producen comida, oxígeno ni agua. A la pregunta de qué hacer con Nueva York, solía disculparse por no tener una respuesta. Ahora responde con otra pregunta: ¿por qué tener Nueva York? ¿Por qué debemos preservar un modelo tan ineficiente? Piensa y actúa localmente, y eso impactará globalmente.

Ciclos de producción estacional. ¿Por qué queremos comer de todo en cualquier época del año? Necesitamos disciplinarnos en este sentido. Los frutos tienen sus temporadas y el gasto de importar esos productos, que en nuestra región no están en temporada, es un gasto innecesario. Aprendamos a comer con las temporadas y si hay excedentes de tomate en verano, aprendamos a hacer conservas y otras formas de preservación para alimentarnos con esos frutos durante el invierno.

Sistemas de producción alimentaria descentralizados. Si los que producen pollo son un puñado de empresas para todo un país, entonces lo que vamos a encontrar no son granjas sino factorías. Son enormes fuentes de contaminación del agua. Consumen grano importado de muy lejos y el estiércol que producen no regresa a esos campos donde se produjo el grano, sino que se quedan ahí desperdiciados y contaminando los acuíferos. Los campos no reciben de vuelta sus frutos debidamente transformados por el ganado en la fertilidad que precisan para mantenerse fértiles. Estos sistemas de producción en masa no pueden tolerar diversidad genética pues todo debe ser estandarizado.

Pequeño negocio de emprendimiento privado. Los grandes contaminadores no son las pequeñas huertas comerciales. Cuando las compañías agroquímicas defienden que sus herbicidas e insecticidas se descomponen en la tierra, están diciendo una verdad a medias. Sí se descomponen si la tierra tiene gran cantidad de materia orgánica y microbiología. Sin embargo, debido al uso ya centenario de fertilizantes químicos, las tierras están totalmente carentes de materia orgánica y esos venenos no se degradan tan fácilmente. El emprendedor debe competir con otro enfoque, con otras formas comerciales. Hace no mucho se quedaba para hacer una matanza de cerdo en acción de gracias con los vecinos. Ya no se puede. Ya no puedo venderle una botella de leche a mi vecino. «Mi hija, Rachel, que hace los mejores bizcochos, no puede venderle uno a su abuela porque el bizcocho no ha salido de una cocina inspeccionada por el gobierno». Estas regulaciones hacen que el emprender en el sector primario requiera grandes sumas de dinero en infraestructura, lo que frena el emprendimiento. Produzcamos los emprendedores alimentos de gran calidad, nutritivos, realmente deliciosos, que nos evitan las visitas al doctor y nos fumaremos a esos tipos grandes. «¿No sería divertido?»

Cría humana de animales. De nuevo, no soy un susurrador de animales, nos recuerda Salatin, pero los animales deben tener la posibilidad de expresar su animalidad. La vaca de ser una vaca, el cerdo un cerdo, la gallina una gallina. Metiendo a animales concentrados en jaulas o naves de suelo de cemento no permite eso en absoluto. Comprometámonos con sistemas de producción de bienestar animal.

Relaciones entre las zonas urbanas y rurales. Los consumidores deben saber que la seguridad alimentaria no proviene de la burocracia sino de buenas prácticas y la mayor seguridad es la que te permite visitar la fuente, el origen de tu alimento. Conoce al agricultor. Agricultores y consumidores deben tender puentes basados en el conocimiento mutuo, en una relación cercana. Todo empieza con una relación.

Desarrollo rural no industrial. El desarrollo de grandes industrias en entornos rurales fomenta la construcción de casas, colegios, comisarías, infraestructuras. Los impuestos suben y los que lo acaban pagando son los agricultores locales. Existen granjas factoría que se jactan de dar empleo a no se cuantas decenas de personas, habiendo sacado del negocio a centenares de familias ganaderas de la zona. Hace falta que los pequeños negocios rurales, más artesanales, cuidadosos y sostenibles, puedan realmente desarrollar puestos de trabajo. Más puestos de trabajo supone que la comida sea producida localmente, la gente local pueda coser tu ropa y las conserveras de la zona transformar las sobras del verano.

Biodiversidad y creación de suelo fértil. Estamos en el negocio de crear suelo, dice Salatin, y diversificar el paisaje. Esto quiere decir que queremos que la tierra sea más fértil cada año. Ello conduce a una mayor retención del agua, menos plagas y menor necesidad de insumos externos.

Una agricultura amigable con la familia. En una granja-factoría, con rejas y suelo de cemento, ¿qué puede hacer un niño? Salatin ha llevado consigo a que los niños aprendan mil y una labores en el campo en un entorno que los niños disfrutan, desde siempre. Un entorno hostil, de cría de animales en condiciones propias de una fábrica, saca a los niños de la posibilidad de interactuar y aprender -como se ha hecho siempre- acompañando a sus mayores y asimilando valores como la disciplina, la responsabilidad y la lealtad de equipo, además de un sistema de producción emocionalmente gratificante.

Cocinar en casa en lugar de comer alimentos procesados. Los agricultores se quejan de que con cada caja de copos de maíz vendida los fabricantes de cartón ganan más que ellos. Los alimentos procesados, aparte de las consideraciones sobre la salud, son mucho más caros. El agricultor no por ello reciba más, para nada. Aunque siempre va a ver algún espacio para alimentos procesados, es preciso fomentar el uso de productos sin procesar y para cocinar en casa.

Comida limpia, nutritiva y inspeccionada-por uno mismo. De nuevo un llamado para no dejarlo todo en manos de los reguladores gubernamentales. Debemos estrechar lazos entre productor y consumidor para que estos puedan ver con sus propios ojos cómo se hacen las cosas. La mejor inspección es la del consumidor que se involucra personalmente en el sistema de producción.

Ingresos sin sonrojo para el agricultor. ¿Por qué un agricultor debe cobrar menos que un oficinista de la ciudad? ¿Es menos importante? Ciertamente muchos agricultores tenemos, dice Salatin, un espíritu se diría que masoquista, y estamos dispuestos a esclavizarnos en interminables jornadas solo por el placer de ser llamados agricultores. La vida es muy corta para eso. Debemos tener un buen retorno por lo que hacemos.

Un estilo de vida emocionalmente estimulante. Ve a una reunión de agricultores convencionales y verás un grupo de personas mayores quejándose de lo mal que está todo, del pienso, de los fertilizantes… y al mismo tiempo calados con gorras de esas mismas compañías que les tienen atrapados.

La vida que defiende el autor es una vida agrícola donde los niños tienen cabida, donde debe haber vacaciones, sentarse frente al fuego en invierno a leer o a jugar juegos de mesa. Cada enero es distinto porque planeamos cosas, proyectos, animales, emprendimientos distintos. Y podemos ganar lo suficiente como para tener un buen estilo de vida.

Si quieres ganar dinero vendiendo más barato que nadie acabarás hundiéndote; si quieres ganar mucho dinero pero no tener descanso nunca, tu familia será la damnificada; si quieres vender al precio más alto ofreciendo calidad pobre, los consumidores te desenmascararán.

Todo empieza con la filosofía adecuada.

Antes de tu primera plantación o de tu primer animal, antes de lanzarte a tu aventura agraria, asegúrate de tener una filosofía acertada. Te asombrarás de cómo facilita eso la toma de decisiones. Eso no te garantiza el éxito pero sí te mantiene por el buen camino.

Capítulo 4: Hazlo ahora.

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